Mito
podía decir que había empezado a ser plenamente feliz después de que Madara
desapareciera de su vida y la de su difunto esposo. Ella había logrado tener
una familia hermosa y próspera aunque necesitó sacrificarse para convertirse en
la jinchuriki del Kyubi pero ahora, Mito era consciente de que estaba viviendo
demasiado, en algún momento tendría que reunirse con su amado Hashirama pero no
podía ser tan egoísta como para llevarse al zorro de nueve colas con ella. Por
ello, la mujer había emprendido la búsqueda de alguien que la sucediese como
jinchuriki para que el zorro continuara en la aldea después de que los otros
binjus fueran arrebatados de Konoha o entregados en un acuerdo frágil de paz,
que pronto fue roto por los otros líderes ninjas.
Sin
embargo, no hubo suerte en lograr a
alguien que pudiera ocupar el puesto de jinchuriki y Mito se vio en la
obligación de contactar a su clan shinobi natal para que enviaran a Konoha a
una persona adecuada ya que sabía que los Uzumaki era lo suficientemente fuerte
para albergar el destino de recipiente de chakras y un binju pudiera ser sellado
sin problemas, especialmente uno tan poderoso como lo era el Kyubi.
La
sorpresa de Mito fue inmensa cuando una niña llamada Kushina fue enviada desde
el clan Uzumaki como respuesta a su pedido y la pequeña pelirroja fuese su discípula,
la cual empezó a preparar aunque podía sentir la admiración que la pequeña niña
profesa abiertamente hacia ella.
A
pesar de que el mundo shinobi seguía sumergido en una guerra, Mito jamás pensó
que la chica que tomaría su lugar como jinckuriki fuera atrapada por el
enemigo. El corazón de la anciana se encogió cuando le contaron lo ocurrido y
ella misma solicitó que no dejaran de buscar a Kushina hasta que la encontraran
pero pronto, la incertidumbre causada por el rapto de la heredera de Mito, fue
un recuerdo para Konoha cuando Kushina regresó a la aldea junto a un
adolescente rubio, compañero de la academia ninja de la pequeña Uzumaki.
Mito
se sintió agradecida y pidió a la adolescente que trajera un día con ella al
chico que la salvó para poder darle las gracias apropiadamente y esa tarde,
como las anteriores, esperaba la llegada de Kushina pacientemente para
mostrarle los jutsus de sellado que les eran necesarios a la joven junto a la
esperanza de que pudiera traer al intrépido shinobi que rescató a Kushina.
―
¡Mito sama! ― Llamó alegremente Kushina cuando entró en la habitación.
― Mi
pequeña, Kushina. ― Respondió la anciana incorporándose de la cama donde estaba
recostada. ― No sabes cuánto he estado esperando tu llegada hoy. ― Agregó
abriendo su brazos para recibir a la chica que no se contuvo en abrazarla y
sonreír por la muestra de afecto.
― Mito
sama, hoy me acompaña Minato. Le pedí viniese hasta aquí conmigo como usted me
lo solicitó pero hasta hoy logré convencerlo de venir, dattebane. ― Indicó la
pelirroja dándose la vuelta para llamar al chico que la salvó, quien se había
quedado fuera de la alcoba. ― ¡Ven, Minato! ― Llamó al rubio que entró un poco
temeroso y nervioso.
Minato
se adentró al ser llamado por su compañera de academia de cabello escarlata,
sentía muchos nervios de conocer en persona a la esposa del primer Hokage.
―
¡Buenas tardes! ― Saludó nervioso y haciendo una forzada reverencia el pequeño
rubio mientras un sonrojo leve aparecía en su rostro.
― No
temas, acércate y deja que te de un abrazo. ― Demandó Mito para ver como Minato
asentía y se acercó hasta la cama donde está la anciana para cumplir la
petición. ― ¡Muchas gracias por salvar a Kushina! Konoha te debe mucho,
muchacho. ― Agradeció Mito con una sonrisa.
― No
ha sido nada, solo cumplí con mi deber de shinobi. ― Murmuró el rubio
apresuradamente mientras un casi imperceptible sonrojo se mostró en su rostro.
― ¡NO
ES CIERTO, DATTEBANE! ― Gritó Kushina con molestia. ― Mito sama, Minato fue el
único que se dio cuenta que estaba dejando pistas por el camino por el que me
obligaban a ir los secuestradores. Gracias a ello, estoy de vuelta en Konoha. ―
Aclaró la pequeña Uzumaki.
Mito
rio levemente por la situación, Kushina era muy impulsiva pero Minato parecía
ser un chico muy tranquilo.
― Es
parte de ser shinobi. ― Se excusó Minato con timidez ante las palabras de
Kushina.
―
Hacéis una buena pareja y vuestros caracteres se complementan en un buen
equilibrio. ― Irrumpió Mito en la pequeña discusión que mantenían los
adolescentes.
― ¡MITO
SAMA! ¡QUE DICE, ESO NO ES POSIBLE ÉL/ELLA ES MI AMIGO/A! ― Exclamaron al mismo
tiempo los menores con un enorme sonrojo, observando a la anciana que reía al
ver la vergüenza reflejada en los rostros de dos adolescentes.
―
Bueno… yo solo hablo de lo que mi sabiduría puede ver aunque pueda pasar
desapercibido para los jóvenes ya que ambos equilibráis la balanza
adecuadamente. En el futuro, quizás seáis una pareja e incluso, puede ser que
lleguéis a casaros formando vuestra familia. ― Habló la mujer con una sonrisa
amable mientras imaginaba el futuro de los jóvenes frente a ella.
Kushina
y Minato solo querían que la tierra se los tragara por las palabras de la vieja
kunoichi.
― Aún
somos niños, dattebane. No andamos pensando en esas cosas tan personales, Mito
sama. ― Comentó Kushina con un sonrojo aún notable en sus mejillas imaginándose
de igual forma aquel futuro que decía la anciana Uzumaki para descubrir que no
le desagradaba.
Minato
no pudo más que bajar su rostro, a él realmente le gustaba Kushina desde el día
que la vio entrar al salón de clase de la academia shinobi pero sabía que
Kushina no sentía lo mismo solo hablaba de convertirse en Hokage, esperando que
el futuro le brindara la fortuna de que su compañera de academia se percatara
de sus sentimientos y fuera correspondido. Por ello, no pudo estar tranquilo
cuando le dijeron que fue capturada y su cerebro se puso en marcha a gran
velocidad haciendo uso de sus conocimientos para encontrar y traer a Kushina de
regreso a Konoha.
― Tenéis
mucho tiempo y la vida os depara un largo camino. Puede que no sea ocurra mis
palabras pero la posibilidad de que algo así suceda está en los giros que
seguimos en nuestra vida, mi niña. ― Explicó Mito acariciando la cabeza de
Kushina mientras se ponía en pie con esfuerzo. ― Minato kun, te pido que cuides
de Kushina chan. Ella va a necesitar tener a su lado a alguien fuerte y de
corazón amable como lo eres tú porque su destino ya está decidido por una
pesada carga. ― Pidió la anciana al niño, quien había mostrado que Mito no
estaba del todo equivocada en creer que existiera una posibilidad romántica
entre los dos adolescentes.
―
¡MITO SAMA! ― Gritó Kushina al mismo tiempo que un avergonzado Minato asentía
en respuesta de lo pedido por la anciana. ― ¡IDIOTA, NO TE QUEDES CALLADO Y
DILE A MITO SAMA QUE NO PUEDE SER, DATTEBANE! ― Exigió la adolescente a su
compañero que se sobresaltó por el regaño de su amiga.
― No
te preocupes, Kushina chan, está bien. Todo está bien. ― Habló la anciana
calmando a la pequeña pelirroja con una sonrisa por la vitalidad que mostraba
la joven chica. ― Ha sido un placer conocerte, Minato kun y estoy muy
agradecida contigo. ― Sonrió la mujer de edad avanzada.
― El
honor es mío. ― Musitó Minato con timidez para inclinarse antes de salir
apresuradamente, temiendo que Kushina fuera a golpearlo y dejar a las dos
mujeres en la habitación.
―
Kushina, él es un gran chico y puedo sentir que le espera un gran futuro. Estoy
muy contenta de que tengas un amigo como él. ― Indicó Mito volviendo a tomar
asiento sobre su cama mientras Kushina asentía con un sonrojo porque la
adolescente también se sentía feliz de saber que Minato fuera uno de sus
amigos.
-Fin-