Sai se
levantó temprano, su compañero aún estaba durmiendo profundamente en el futón
al otro lado de la habitación que compartían y debía ser cuidadoso para poder
proceder a la idea que había recreado en su mente en la tarde de ayer de
ofrecer un regalo a Shin.
Sai
buscó cuidadosamente las hojas más limpias y menos arrugadas que tenía. Cuando
reunión las suficientes hojas las unió para crear un libro que empezaría a
dibujar para recrear las aventuras de Shin y él, porque ellos serían los protagonistas.
―
¡Buenos días! ― Saludó Shin para percatarse como el otro chico se sorprendía al
escuchar su voz mientras una sonrisa enorme se forma en el rostro de Shin, ya
que para él, Sai era su hermanito.
―
¡Buenos días! ― Respondió intentando esconder el montón de hojas que había
pegado para hacer el libro.
― Mm…
¿Qué ocurre? ¿Estás escondiendo algo? ― Preguntó el chico de cabello claro
observando a su compañero e intentando ver qué era lo que ocultaba Sai.
― No
estoy escondiendo nada, Shin. ― Comentó Sai
ocultando el libro bajó el a gran velocidad, no podía dejar que Shin lo viera
antes de estar terminado.
― Mm…
Estás actuado raro, no sé si pueda creerte. ― Meditó en voz alta el chico de
cabello claro.
― No
es cierto, solo lo estás imaginando. ― Afirmó el chico de cabello negro
tratando de desviar la atención de su compañero.
― Está
bien, te creeré por el momento pero al final descubriré que estás ocultando. ―
Advirtió divertido. ― Pero debemos desayunar antes de que venga él, voy a
preparar el desayuno. ― Informó antes de alejarse de Sai.
Sai
asintió y suspiró para buscar apresuradamente un lugar seguro donde ocultar las
hojas que había unido para recrear su libro de aventuras ya que pronto llegaría
Danzou para comprobar si su entrenamiento
constante daba frutos.
― Ya
está el desayuno. ― Llamó Shin.
― Ya
voy. ― Se apresuró Sai para terminar de esconder su prototipo de libro antes de
correr hasta la habitación contigua donde su “hermano” lo esperaba con un plato
de arroz y pescado asado.
―
Espero no sea muy duro el entrenamiento de hoy. Ayer casi pierdo mi pierna
derecha debido a que una trampa en el suelo, la pude esquivar a unos
centímetros de activarla porque lancé
unos hilos a la rama de un árbol para desviar mi dirección. ― Explicaba Shin su
hazaña.
― Eres
increíble.
Shin
no pudo evitar soltar una pequeña risa al escuchar a Sai.
― Tú
también lo habrías esquivado. Mm… así que no creo sea increíble, es solo que el
entrenamiento que tenemos ha hecho que me percate de que estaba ahí. ― Dijo restando
importancia a lo que había hecho y dando ánimos a su “hermanito”.
―
Pero… es cierto, Shin. Pienso que eres increíble, no estoy seguro de si fuese
yo quien hubiese estado ahí el poder esquivarlo. Te aseguro que ya no tendría
mi pierna. ― Comentó Sai mirando sus piernas mientras fruncía el ceño con
preocupación.
― Solo
debes entrenar un poco más y tener más confianza en ti y nunca debes distraerte
por nada del mundo, esos segundos pueden costarte caro pero confío en que
estarás alerta.
―
Cierto. ― Sonrió mientras dejaba sus palillos a un lado después de terminar la
comida.
― No
te preocupes por lavarlos, yo lo haré. ― Aclaró el chico de cabello claro.
― ¿Por
qué? Me toca hacerlo a mí. ― Discutió sin saber el por qué Shin quería hacer su
tarea.
Shin
se encogió de hombros mientras recogía los pocos tazones vacíos que habían
utilizado para la comida.
―
Shin… Hoy estás muy extraño. ― Murmuró Sai apreciando que su “hermano” se
comportaba diferente a otros días.
―
Siento que hoy cambiará algo y esto es lo único que nos quedará para ambos.
Quiero atesorar estos momentos contigo. ― Confesó Shin sin querer mirar al otro
chico.
― ¿A
qué te refieres? ― Preguntó acercándose mientras tocaba uno de los hombros de
su compañero, quien le daba la espalda.
― No
estoy seguro. ― Confesó mientras negaba con la cabeza. ― Es algo que no puedo
explicar pero una fuerza en mi interior me lo está diciendo.
―
Shin…
―
Espero, solo sea una ilusión o puede se trate de un jutsu pero si es así
encontraré el modo de deshacerme de él. ― Sonrió Shin antes de separarse de Sai
para ir a fregar los trastes.
Sai se
quedó mirando, sintiendo una extraña punzada en su pecho que no sabía
identificar de que se trataba pero estaba seguro de que era la primera vez que
sentía algo así y no parecía tratarse de algo bueno.
Fin.
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