Zabusa
Momochi se encontraba en el País del Agua para cumplir la misión de un avaro
comerciante que deseaba eliminar a su competencia. No era un hecho aislado que
sus habilidades fueran requeridas para el asesinato de un hombre inocente debido
a que estaba interfiriendo con una repugnante persona incapaz de solventar las
cosas sin necesidad de derramar sangre.
No se
trataba de una misión especial para Momochi, de hecho, era su especialidad y
había recibido el sobrenombre de “Demonio oculto de la Niebla” por su eficiente
trabajo, ya que el sigilo y rastreo con el que procedía para hacer sus misiones
había sido dignos de admiración.
Zabusa
se percató de un huérfano cuando llegó aquella aldea en el País del Agua, las
ropas desaliñadas, la tristeza que brillaba en los ojos del joven eran rasgos
habituales que quedaban en los niños que vagaban en medio de la crueldad del
mundo y la confirmación a sus suposiciones acerca del niño llegó cuando escuchó
como las personas hablaban porque no era nada extraño la presencia de huérfanos
en esos días, a pesar de no estar en tiempos de grandes guerras.
Sin
embargo, Zabusa podía notar algo diferente en aquel niño, no se trataba de su
aspecto andrógino sino de su chakra, podía notar que el muchacho no tenía un
chakra como una persona común que jamás ha moldeado para hacer jutsus, así que
se dedicó a observarlo sin tener un propósito concreto. Probablemente, Zabusa
encontró interés en el huérfano que esa aldea ignoraba.
Tres
días después de su llegada a esa pequeña aldea, Zabusa se acercó al huérfano
para intercambiar algunas palabras, pudiendo apreciar el miedo que sentía
cuando habló con él sobre los shinobis y una cabida para él si lo acompañaba
como una herramienta pero el no tener respuesta del chico lo hizo pensar de que
había sido una pérdida de tiempo el pensar que un muchacho tan temeroso lo
tomaba en cuenta.
Creyendo
que todo había acabado con aquella corta interacción pero esta suposición
cambió el día que se marchaba del lugar, cuando vio al niño persiguiendo un
conejo blanco. Impulsivamente, atrapó el conejo y se lo entregó al huérfano
para repetirle sus palabras, esta vez logrando que por fin, el joven hablara y
aceptara su propuesta.
―
¿Hacia dónde nos dirigimos? ― Preguntó el niño que seguí a Zabusa, aún temeroso
de la apariencia misteriosa del ninja de la Niebla.
― Al
poblado más cercano, debemos hacer algo con tu aspecto antes de mostrarte como
ser una buena herramienta para mí. ― Explicó Momochi sin detener su caminar
bajo la nieve que no había dejado de caer desde hacía días.
―
¿Puedo saber su nombre, señor? ― Preguntó el niño luego de haber caminado
durante un buen rato ya que se había percatado de que no conocía el nombre del
hombre que le daba una oportunidad a su vida.
―
Zabusa Momochi. ― Respondió escuetamente después de que observó un instante por
el rabillo de los ojos al niño.
Haku
intentó formar una sonrisa a pesar del frío al obtener la respuesta, pues pensó
su pregunta no sería contestada.
― Mi
nombre es Haku. ― Se presentó el menor apretando sus labios helados en su
pequeña sonrisa cuando el shinobi de la Niebla asintió.
Ambos
continuaron caminando bajo la nevada incesante que parecía no querer detenerse
mientras se aproximaban al poblado y aunque Haku se sentía menos incómodo cerca
de Zabusa después de conocer el nombre del hombre adulto y aunque el frío clima
lo hizo abrazarse a sí mismo con más fuerza no logró desvanecer su sonrisa.
Zabusa
se detuvo cuando escuchó el sonido amortiguado de algo caer sobre la nieve para
percatarse de que era Haku quien se había derrumbado.
El
hombre se dirigió hacia el cuerpo del niño para comprobar que se había
desmayado por el agotamiento y el frío, así que tuvo que cargarlo en sus
brazos, lo que permitía al shinobi el poder llegar más rápido al poblado ya que
podría usar su chakra para aumentar su velocidad.
Haku
despertó, sintiendo una calidez que no había podido sentir desde hacía mucho
tiempo, cuando sus padres aún vivían y tenía un lugar al que llamar hogar. Este
pensamiento lo asustó debido a los recuerdos que seguían a ese sentimiento y se
levantó rápidamente, quedando sentado en la cama. Observó a su alrededor para
percatarse de que estaba en una habitación y ver la espalda de Zabusa sentado
en una silla, parecía que estaba haciendo algo el hombre.
― ¿Ya
estás despierto? ― Preguntó mientras se giraba el shinobi para ver el rostro
del joven, quien asintió con la cabeza. ― ¿Tienes hambre?
Haku
asintió avergonzado, no recordaba lo que había sido su última comida y podía
asegurar que habían pasado días de eso.
Zabusa
tomó un cuenco que contenía sopa de miso y se lo ofreció al niño que no dudó en
tomar el cuenco para comenzar a comer.
―
¡Gracias! ― Agradeció Haku sonrojado por la amabilidad y la comida del ninja.
Zabusa
observó en silencio como el menor devoraba la comida, podía asegurar que hacía
bastante tiempo que no había podido comer apropiadamente.
―
¿Quieres más? ― Preguntó Momochi, dispuesto a darle al niño más alimento que
había acogido como su kohai y Haku necesitaba estar fuerte para poder soportar
el entrenamiento al que lo sometería.
― No,
muchas gracias. ― Se apresuró a responder sintiéndose satisfecho y sin desear
abusar de la generosidad de Zabusa ya que le había entregado una gran ración de
miso.
― No
me molesta el darte más. ― Afirmó Zabusa queriendo que el niño entendiera que
no tendía que temerle y ya tendría tiempo para sentir miedo cuando lo convirtiera
en una herramienta, en un shinobi.
― De
verdad, quedé lleno. ― Aseguró Haku sonrojándose. ― Es cierto que no comía en
días.
Zabusa
asintió a lo dicho aunque no estaba seguro ya que el niño seguí viéndose débil.
― Lo
mejor es que vuelvas a dormir, necesito que tengas energía para comenzar con tu
entrenamiento.
El
niño asintió con la cabeza antes de volver a acomodarse en la cama donde
rápidamente quedó dormido y Zabusa se levantó, al escuchar pasos que se
dirigían a la habitación en la que se encontraba con Haku.
Momochi
abrió la puerta antes de que fuera golpeada por la persona que estaba al otro
lado y se encontró con una mujer bajita de aspecto afable.
―
¡Vaya, qué coincidencia! Justo iba a llamar a la puerta. ― Indicó la bonachona
mujer con una sonrisa. ― Con respecto a lo que me pidió antes, he hablado con
los vecinos pero solo tenían esta vieja yukata de su hija aunque si espera a
mañana puedo preguntar a… ― Hablaba la mujer que sostenía una tela rosa
perfectamente doblada en sus manos.
―
Gracias, está bien esa yukata. No se preocupe. ― Interrumpió Zabusa tomando la
yukata de las manos de la mujer.
―
Pero… ― La mujer intentó hablar cuando se detuvo abruptamente por la mirada
hotil del ninja.
― No
tiene que preocuparse tanto, está bien esta yukata. ― Repitió Momochi antes de
cerrar la puerta y dejar la tela doblada sobre uno de los muebles porque era lo
que menos en ese momento le preocupaba si la ropa estaba diseñada para un
género.
Fin
No hay comentarios:
Publicar un comentario