Había
llegado hacía un mes, después de que un extraño chico con técnicas que usaba
sus propios huesos como armas indicara que venía a buscarlo por orden de
alguien llamado Orochimaru.
Sin
embargo, cuando conoció al extraño hombre de aspecto similar a una serpiente
parecía estar maravillado con su jutsu aunque este era más una maldición que un
jutsu conveniente porque su razonamiento y comprensión se anulaban cada vez que
se activa con el único deseo de destruir todo a su paso. Parecía ser un
monstruo cada vez que quedaba reducido a su jutsu e incluso le habían
denominado como Juugo el bipolar.
Dos
semanas después de llegar a la guarida de Orochimaru, el Sannin de las
serpientes le presentó al chico que había enviado en su busca, Kimimarou Kaguya,
para ser su compañero en prácticas y quien también compartiría habitación.
En un
comienzo, Juugo pensó que Orochimaru había tomado su chakra de forma altruista
a pesar de ver cómo era consumido por la ira porque ni él mismo podría predecir
cuándo se activaría y no había una garantía completa de que aquel otro chico
pudiera salir con vida nuevamente a uno de sus ataque pero aunque predijo la
posibilidad de que Kimimarou pudiese morir a causa suya, no ocurrió aunque él
despertara en una habitación diferente, luego podía comprobar que Kimimarou se
encontraba bien y era quien lo había llevado ante Orochimaru para que lo
curase.
Luego
de tres meses, Juugo empezaba a despertar cada día sintiéndose agradecido de
haber podido conocer a Kimimarou porque no había muerto bajo sus ataques
violentos e incluso, había sido capaz de confrontarlo sin sufrir daños, hasta
su transformaciones provocadas por la ira parecían ir reduciendo, volviendo a
la normalidad porque Kimimarou sería la única persona capaz de detenerlo y
enfrentarlo sin morir en el intento. Ese conocimiento, latía en el interior de
Juugo como la esperanza que había estado buscando en todo ese tiempo.
―
Mañana volveremos a cambiar de guarida. Orochimaru sama dice que ya este lugar
no es seguro. ― Habló Kimimarou a su amigo.
― Lo
sé. ― Se limitó a responder Juugo sin apartar sus ojos del chico de cabello nacarado,
admirando y queriendo grabar en su mente la sutileza con la que se movía.
―
¿Tengo algo en la cara, Juugo? ― Preguntó Kimimarou al notar la mirada de su
compañero de cabello naranja en su persona. ― O… ¿Quieres decirme algo? ―
Volvió a cuestionar ya que habían notado al otro chico algo pensativo durante
todo el día.
― No,
no tienes nada en la cara. Solo te observaba, tienes una apariencia algo
singular pero igual… caminas diferente. ― Contestó Juugo sin pensar en que
sería descubierto tan rápido y sin apartar la mirada del chico de cabello nacarado
que parecía un grácil bailarín a cada paso que daba.
― Mi
clan es el clan Kaguya. Tengo la apariencia de los que somos miembros del clan
aunque ya no existe, soy el último, supongo. ― Explicó Kimimarou con una
sonrisa por las palabras de su compañero, pues no pensaba que pudiese caminar
de alguna forma concreta.
― Lo
sé, me lo contaste… una vez. ― Juugo giró el rostro sintiéndose avergonzado
debido al recuerdo que Kimimarou le habló porque fue parte de su presentación
la primera vez que se vieron antes de que su ira tomara el control con su
chakra para atacarlo. ― Creo que eres el único que puede estar cerca de mí. ―
Confesó volviendo a mirar a su compañero.
― No
somos tan diferentes, ambos somos seres con chakras inusuales. ― Sonrió
Kimimarou como si estuviera contando algo divertido. ― Podemos parecer
monstruos para las personas que no son ninjas.
Ambos
chicos guardaron silencio como si estuvieran cavilando sobre lo dicho porque
sus técnicas de combates lo hacían
parecer demonios hasta para los shinobis.
― Es
posible que yo parezca un monstruo pero tú… tú pareces más un Dios. ―
Interrumpió el silencio Juugo volviendo a mirar a su compañero.
― ¿Un Dios?
― Repitió dudoso el chico de cabello claro.
Juugo
asintió ante la pregunta porque era lo que pensaba podía, Kimimarou era lo más
parecido a un Dios para él ya que era el único que podía detenerlo y seguir con
vida después de que se enfrentara a él cuando no era consciente de sí mismo.
― ¿Por
qué un Dios, Juugo? ― Preguntó con curiosidad mientras se miraba sus manos, él
no se parecía a lo que contaban sobre los seres divinos y le asombraba que el
otro chico usara esa palabra para referirse a él.
― No
lo digo por tu apariencia… únicamente, sino por tu poder. Eres el único que
puedes afrontarme y sin salir herido, no puedo pensar en que alguien pueda ser
capaz de hacerlo a no ser que sea como un Dios. ― Comentó Juugo mirando a
Kimimarou. ― Eres poderoso pero también… haces que sienta paz. No había sentido
eso en alguien y mi chakra se descontrolaba más seguido y con mayor facilidad.
― Yo
no me veo como un Dios pero… en algo estoy de acuerdo contigo. Puedo
enfrentarme a ti con todo mi poder porque tú también eres poderoso. ― Aseguró
con una pequeña sonrisa Kimimarou.
― Eres
mi amigo y mi igual. ― Sonrió Juugo ampliamente, mirando a Kimimarou mientras
extendía el brazo con la mano hecha puño.
Kimimarou
sonrió al ver aquel gesto antes de también extender su brazo para chocar su
puño con el contrario y ambos emitir una pequeña risa.
―
También eres mi amigo y mi igual. ― Afirmó el chico de cabello nacarado.
Los
dos jóvenes se miraron genuinamente porque ambos eran el primer y único amigo
del otro, ambos podían pensar que después de la desaparición de su clan o
familia, era el primer lazo que formaban aunque muchas personas podían temerlos
por separado. Por eso, se sentían agradecidos de que encontraran una luz de
esperanza cuando aceptaron unirse con Orochimaru porque ahí se encontraba el
contrario.
―
¡Vamos! Tenemos que ayudar a desmantelar una de las habitaciones que Orochimaru
sama necesita llevar con él. ― Habló Kimimarou antes de emprender camino hacia
una de las salas de experimentación del Sannin de las serpientes.
Juugo
solo asintió con la cabeza y siguió a su amigo en silencio hasta la sala.
Fin
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